jueves, 23 de octubre de 2008
Sin embargo, recientes investigaciones sobre los primates han demostrado que muchas de estas características no son exclusivas de los seres humanos, ya que el Homo Sapiens también lograba comunicarse a través de sonidos y señales, sin mayor complicación. No obstante, se puede afirmar con cierta seguridad que el lenguaje humano posee características especiales. Los seres humanos relacionan una serie limitada de unidades gramaticales y de signos separados para formar un conjunto infinito de oraciones que bien pudieran no haber sido oídas, emitidas, leídas, escritas o pensadas con anterioridad.
Para que exista el lenguaje se requieren ciertos factores: de índole fisiológica (el organismo tiene que ser capaz de emitir sonidos); de índole gramatical (el discurso tiene que poseer una estructura), y de índole semántica (es imprescindible que la mente pueda entender lo que se habla).
Sea cual sea la comunicación que establecen los seres humanos por medio de la lengua, los gestos o los signos, debe cumplir el mismo proceso: adecuarse al pensamiento que se quiere transmitir; sin embargo, las lenguas que se hablan en el mundo, aunque cumplen con esa finalidad, difieren ampliamente entre sí tanto en sus sistemas fonéticos como en sus estructuras gramaticales.
Surgido hace unos 150.000 años en África, los hallazgos realizados en Herto (Etiopía), nos hablan de que estos primeros Homo sapiens eran personas cuyos rasgos morfológicos se parecían mucho a los actuales. Tal es la similitud, que son considerados los primeros en poseer un esqueleto “anatómicamente moderno”.
Tras su salida de África(Australia, América, Europa, Asia), estos grupos fueron superando todas las dificultades y se fueron adaptando a territorios vírgenes para el ser humano hasta ese momento, lo que es señal inequívoca de su éxito.
Tanto es así que hace unos 15.000 años, tal vez algo más, todo el planeta ya estaba poblado por una única especie, la nuestra. Desde una perspectiva antropocéntrica, puede parecer que con el Homo sapiens la humanidad ha alcanzado su meta y la perfección pero, ¿será éste el final de la evolución humana?
El trabajo se distribuía por género: las mujeres preparaban los alimentos, elaboraban prendas de vestir y tejían canastos, mientras que los varones adultos salían a cazar. También formaron pequeños núcleos familiares integrados por varias parejas, en los que el parentesco se reconocía por línea materna. Cuando algunos de estos grupos consideraban que descendían de un antepasado común o tótem (que por lo general era un símbolo de seres o de fuerzas naturales) le atribuían espíritu y fundaban en torno a él un clan, y cuando se unían diversos clanes para defenderse de otros grupos, animales o para caza mayor, formaban una tribu.
jueves, 16 de octubre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008
Posiblemente cuando los ancestros del Homo sapiens vivían en selvas comiendo frutos, bayas y hojas, abundantes en vitamina C, pudieron perder la capacidad metabólica, que tiene la mayoría de los animales, de sintetizar en su propio organismo tal vitamina; ya antes parecen haber perdido la capacidad de digerir la celulosa. Tales pérdidas durante la evolución han implicado sutiles pero importantes determinaciones: cuando las selvas originales se redujeron o, por crecimiento demográfico, resultaron superpobladas, los primitivos homínidos (y luego los humanos) se vieron forzados a recorrer importantes distancias, migrar, para obtener nuevas fuentes de nutrientes, la pérdida de la capacidad de metabolizar ciertos nutrientes como la vitamina C habría sido compensada por una mutación favorable que permite al Homo sapiens una metabolización óptima (ausente en primates) del almidón y así una rápida obtención de energía, particularmente útil para el cerebro. El Homo sapiens parece ser una criatura bastante indefensa y como respuesta satisfactoria la única solución evolutiva que ha tenido es su complejísimo sistema nervioso central.